martes, 5 de julio de 2011

Aprendiendo a trabajar en equipo

El tema de hoy tiene que ver con la importancia de llevarnos bien con los demás, a fin de formar un equipo: sea bien en el hogar, en la Iglesia, o en cualquier proyecto en el que estemos involucrados. Mi hermana, que ama la música, compartió hace poco esta bella parábola con mensaje:
El apóstol Pablo escribió:                                                                                   
 "Y si la trompeta da sonido incierto, ¿quién se preparará para la batalla?                                                                        Así también vosotros, si por la lengua no dais palabra bien comprensible, ¿cómo se entenderá lo que decís?, porque hablaréis al aire." (1 Corintios 14:8-9)

Habían una vez tres instrumentos musicales que no se llevaban bien entre sí. La flauta, la guitarra y el tambor siempre estaban discutiendo por el tema de quién era el mejor: La flauta decía que su sonido era el más dulce de todos. La guitarra decía que ella era la que hacía mejores melodías. Y el tambor decía que él llevaba el ritmo mejor que nadie.

Todos se creían los mejores y se despreciaban los a los otros. Por eso, cada uno se iba a tocar a una parte distinta de la habitación en donde vivían. Pero el sonido del tambor molestaba a la flauta, la flauta molestaba a la guitarra y la guitarra molestaba al tambor.

Allí no había quien pudiera tocar tranquilo, pues, en lugar de hacer música hacían ruido. Y si alguien se paraba a escucharles, pronto sentía un fuerte dolor de cabeza. Siempre pasaba lo mismo...

Hasta que un día,  llegó una batuta a vivir con ellos. Ésta, al ver lo que ocurría, les dijo que ella podía ayudarles si querían. Pero los tres instrumentos estaban muy convencidos de que nadie podía ayudarles, creían que la mejor solución era separarse y que cada uno se marchara a vivir a otra parte. Así podrían tocar a gusto, sin tener que soportar lo mal que tocaban los demás.

La batuta les propuso intentar una gran idea: tocar juntos una misma canción. Ella les ayudaría a hacerlo. Al principio no estaban muy convencidos; pero al final, aceptaron. Les dijo lo que tenía que tocar cada uno y, después de un breve ensayo, comenzó a sonar la canción.

Los tres instrumentos miraban fijamente a la batuta, que les indicaba a cada momento cómo y cuándo tenían que tocar. La canción iba sonando muy bien. La flauta, la guitarra y el tambor no salían de su asombro. Estaban tocando juntos una misma canción y les estaba saliendo bien. Habían comenzado a hacer música.

Cuando acabaron de tocar, estaban tan contentos de cómo les había salido, que se felicitaron mutuamente. Era la primera vez que se ponían de acuerdo en algo. Le pidieron a la batuta que les hiciera tocar otra vez la misma canción. Siguieron tocando la misma canción todo el día cientos de veces. Todo el que pasaba por allí, al escucharles, se quedaba admirado de lo bien que tocaban.
Al unirse y poner en común lo mejor de cada uno, habían conseguido formar una pequeña orquesta. Desde entonces, se dedicaron a dar conciertos por todas partes y se hicieron famosos por lo bien que tocaban juntos.

En nuestra vida necesitamos aprender a trabajar en equipo si queremos ser felices y tener éxito. La buena comunicación, el espíritu de unidad, y ser asertivos (es decir, el tener la capacidad de negociar para acordar algo) pueden constituir una varita mágica en el trabajo que realicemos.
Y en la Iglesia, nunca está demás recordar las palabras de nuestro Salvador:
" He aquí, esto os lo he dado por parábola, y es como yo soy. Yo os digo: Sed uno; y si no sois uno, no sois míos " (D. y C. 38:27).


Que el Señor os bendiga, mis amigos, en vuestros objetivos de llegar a "ser uno" con nuestros seres más próximos, lo ruego en el nombre de Jesucristo. Amén.

(Colaboración de Fabiola Céspedes)

Editor: Javier Céspedes              javiparisien@gmail.com

1 comentario:

  1. El principio de la unidad tiene completa vigencia desde los albores de la humanidad hasta nuestros días. Desde las tribus nómadas hasta las grandes potencias emergentes del siglo XXI lo han practicado para capitalizar todos sus recursos; ésta es una gran parábola para ilustrar este gran principio.

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